Mi abuelo Agustín es un sevillista nato, de los de cuna. Nacido en Martín de la Jara (un pueblecito a 100 km de la capital) y gran aficionado a este deporte, ha vivido épocas de luces y oscuridad a partes iguales con el conjunto hispalense. Pero cuando nos sentamos a hablar de fútbol, siempre se acuerda de los años de esplendor de su equipo. Unos años, en los que el Sevilla FC compitió con los más grandes por la hegemonía del fútbol en España.
La Guerra Civil española asoló todo a su paso, fue devastadora. Andalucía fue campo de batalla, al igual que muchos otros lugares del país, de numerosos combates y las grandes ciudades y pueblos de esta región, cambiaron su fisonomía y sus prioridades debido a esta situación. Pero cuando las bombas acabaron, el fútbol volvió a ponerse en marcha. La gente necesitaba una distracción que les hiciera olvidar por unas horas la miseria y el hambre, este deporte cumplió esa función social con nota.
En Sevilla, la escuadra rojiblanca de aquella temporada en la que se reanudaba la Liga (1939-1940), había conseguido encandilar a todo el país. En su fortín de Nervión no habían dejado escapar más que una derrota ante el Celta de Vigo en toda la temporada. Athletic Club, Atlético Aviación, Real Madrid, FC Barcelona, Valencia CF; todos habían hincado la rodilla ante los hispalenses, que luchaban y eran firmes candidatos al ansiado trofeo final.
Mi abuelo, con apenas 10 años, recuerda que en aquella época trabajaba en el campo, ayudando a su familia de sol a sol. La guerra le había arrebatado, literalmente, a su padre de las manos y el pequeño Agustín esperaba que quizá algún día, este, aparecería por la puerta y se sentaría con él a contarle historias pasadas de su equipo o batallas de la guerra. Por desgracia, aquello nunca sucedió.
En realidad, el domingo por la tarde, era el único momento de asueto de la semana, muchos, (hombres en su mayoría) se reunían alrededor de una vieja radio en el bar del pueblo a escuchar las noticias, música, radionovelas y también los resultados de sus equipos de fútbol. Cabe recordar que en aquella época no existían las retransmisiones deportivas, propiamente dichas. Por lo que la única información que recibían era la que les proporcionaba “El Parte” radiofónico nocturno, una «especie de informativo» gestionado y dirigido por el Régimen Franquista, que de manera escueta y antes de acabar, proporcionaba los resultados finales de los partidos. No era hasta la mañana siguiente, al llegar la prensa, cuando la información deportiva era algo más detallada. Por aquel entonces, los nombres de Guillamón, Joaquín, Fede, Campanal (ídolo sevillista, también de mi abuelo), Pepillo o Raimundo eran tan conocidos entonces como los Palop, Javi Navarro, Martí, Navas, Luis Fabiano o Kanouté lo son ahora. Aunque solo fuera de oídas, los niños/as sevillistas disfrutaban y soñaban con ser uno de ellos y llegar tan alto como ellos.
La liga llegaba a su fin, 22 jornadas y 12 equipos únicamente en aquella complicada temporada 39-40. En la última jornada, los sevillistas dependían de sí mismos para conseguir el título, debían ganar en el campo del Hércules en Alicante y todo estaría hecho. Su único rival en la disputa del título liguero era el Atlético Aviación, que jugaba en casa frente al Valencia CF y que debía ganar y esperar al resultado en Alicante. Hay que decir que el Atlético, jugaba en Chamartín (estadio del Real Madrid) sus partidos como local, debido al mal estado de su estadio, el Metropolitano, a causa de los bombardeos y batallas que destrozaron el templo rojiblanco. No obstante, aquel último encuentro de liga lo disputarían en el Estadio de Vallecas, en detrimento de Chamartín. Finalmente, después de un duro partido y un dudoso arbitraje en Alicante (según cuentan algunas crónicas de la época) el Sevilla solo fue capaz de empatar su partido a 3, mientras que el Atleti, ganó con comodidad al Valencia por 2-0 en Vallecas, obteniendo así el título de liga final.
Mi abuelo siempre me cuenta que aquella tarde de finales de abril, acabó desolado. No cenó y se pasó la noche dándole vueltas a la cabeza, pensando por qué motivo el gran Campanal, su ídolo, Raimundo o Pepillo no habían podido conseguir un gol más. Solo uno, con un tanto más, el título hubiera sido sevillista y él hubiera sido el niño más feliz del mundo. Pero desde hacía unos años, Agustín se había dado cuenta de que la vida era dura en todos los sentidos y que el fútbol, no iba a ser una excepción. No obstante, “Dios aprieta pero no ahoga”, ya que las penas de aquel año quedarían algo mitigadas gracias al triunfo en la final de Copa frente al Racing de Ferrol por 6-2. Título que al menos ayudaba a digerir mejor aquella derrota final en liga y demostraba a todo el mundo la calidad y la supremacía del equipo hispalense. De hecho, al final de aquella memorable temporada y tras convertirse en el equipo más goleador del país, la temible delantera sevillista empezó a ser conocida como la «Delantera Stuka» o «Los Stuka». Su nombre venía dado por un bombardero alemán llamado “Sturzkampfflugzeuge”, abreviado «Stuka» (traducido era algo así como bombardero en picado) de enorme eficacia y devastadora potencia militar. De esta forma: López, Pepillo, Campanal, Raimundo y Berrocal (la lista varía dependiendo de quién la redacte) habían mostrado al mundo del fútbol su calidad y su enorme capacidad goleadora, solo esperaban que sus logros no quedaran únicamente en lo conseguido aquella temporada. Y no sería así.
No obstante, tuvieron que pasar dos años para que el Sevilla FC volviera a verse en otra lucha por el título liguero. Fue la temporada 42-43, aunque esta vez, el Athletic Club conseguiría el título al final merecidamente, ya que estuvo desde la jornada 8 como líder y no cedió nunca su corona hasta el final de dicha temporada. Pero el equipo hispalense se sentía cómodo luchando por esos objetivos y tres años después en la 45-46 consiguió lo que tanto tiempo anduvo rozando con los dedos, el ansiado título de liga. Aquella, fue una temporada loca, en la que el FC Barcelona, el Athletic Club, el Valencia y hasta el Oviedo coparon la primera posición de la liga en algún momento del campeonato. Pero fue finalmente el Sevilla, quien a falta de dos jornadas se encaramó a lo más alto de la tabla y ganó sus dos últimos encuentros consiguiendo el título de liga y convirtiendo Nervión y sus aficionados en un hervidero de euforia desenfrenada. Todos los jugadores hispalenses fueron tratados como héroes aquella tarde. A Campanal (lesionado durante buena parte de la temporada), Joaquín o Félix, se les unieron grandes jugadores como Alconero, Campos, Araujo o un joven Juan Arza (considerado uno de los mejores de la historia del club), que consiguieron hacer un fútbol vistoso y efectivo y que según cuentan las crónicas de la época, encandilaron a todo el país.
Mi abuelo, un adolescente ya, aunque con las mismas responsabilidades que aquel niño que había sufrido con la dura derrota de su equipo en la última jornada, en 1940, estalló en un mar de lágrimas descontroladas al conocer el resultado final del encuentro. Por la cabeza de Agustín no paraban de pasar recuerdos de su padre, sevillista como él hasta la médula, que fue quién lo introdujo en este mundo loco del fútbol. También sus duras jornadas de trabajo esperando a que llegase el domingo para escuchar los resultados de los suyos por la radio, todos aquellos duros años, donde comer dos veces al día era un premio que muchos no conseguían, etc. Todo quedaba aparcado por un momento, gracias al éxtasis de júbilo que suponía aquella victoria. Eran campeones, los mejores del país y el joven Agustín lo sentía tan suyo como cualquier otro sevillista.
El conjunto rojiblanco viviría años de gloria durante aquella década y la siguiente. Pero aquel niño de 10 años, aún se pregunta hoy, con 85, por qué su ídolo Campanal no consiguió anotar un gol más aquella tarde en Alicante. Después de tantos años, creo que todavía piensa que quizá algún día ese gol pueda subir al marcador, aunque solo fuese en un sueño. Al pequeño Agustín le hubiera encantado haber podido jugar en aquel equipo, incluso haber marcado aquel ansiado gol del triunfo frente al Hércules. Y es que, este deporte tiene esas cosas, por muy complicada que tengas tu vida, por muy negro que lo veas todo, siempre consigue hacerte soñar y evadirte del mundo, aunque solo sea un ratito.
Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)