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El mejor día de su vida

Seguramente para un niño de cuatro o cinco años, pasar un día en el zoo con su padre es lo máximo. Puedes ver a todos esos animales que te gustan tanto y que has ojeado mil veces en libros y cuentos populares, pero en vivo y en directo, bestial. Además, parece que no se acaban nunca y tus ganas por verlos todos, unidas a tu corta estatura hacen que el camino se haga interminable pero muy intenso. Sin parar de oír sonidos que provienen de animales muy distintos, olores extraños y un sin fin de imágenes que no te da tiempo a procesar, te comes el bocadillo que tu madre te ha preparado deprisa y corriendo, por el miedo a que cuando tu llegues a ver a algún animal, este ya no esté o se haya ido a dormir, como bromea tu padre con frecuencia.

El día pasa y lo has visto todo, animales terrestres, marinos y voladores; parece que todo es perfecto y que sería imposible mejorar una jornada como esa, pero todo está a punto de dar un giro de 360º que te deja sin habla…vas a ir al fútbol, por primera vez en tu vida.

Volviendo del zoo, tu padre te pregunta si estás cansado, si tienes ganas de hacer algo más, como tanteando el terreno. Para un niño de esa edad no hay dolor ni descanso, por lo tanto, siempre estás dispuesto a todo lo que puedan ofrecerte, aunque no imaginas que pueda mejorar el día que has pasado entre animales como Tarzán en la selva. Pero lo va a mejorar y con creces, ya que cuando llegamos a nuestra ciudad, Sabadell, un extraño tumulto de personas se agolpa en un edificio circular salvaguardado por unas vallas gigantes, ataviados con camisetas, banderas y bufandas arlequinadas blancas y azules y entonando cánticos como si de una fiesta se tratase, estamos enLa Nova CreuAlta. Imposible aparcar, todo es una locura, finalmente conseguimos dejar nuestro coche a unas cuantas manzanas del estadio y nos disponemos a ir para allí a pie, y aunque para un niño de cuatro o cinco años, la distancia se hace una odisea, tanto esfuerzo tiene finalmente su premio.

Cuando la calle se abre y el estadio se divisa ya por fin, miles de mariposas revolotean en el interior de ese niño, no se lo puede creer. Su padre disfruta viendo su cara y además contribuye a la emoción del momento comprándole una bufanda y una camiseta del equipo de su corazón, el CE Sabadell, sin palabras. El niño ya no sabe como reaccionar, se ha quedado conmocionado por los acontecimientos, solo se deja llevar. Su padre compra dos entradas y por fin se disponen a entrar en el estadio, el niño no sabe ni contra quien juega su equipo, ni el nombre de la mayoría de jugadores, ni quien es el árbitro, ni lo que se están jugando en ese partido, le da igual. Solo quiere subir todas esas empinadas escaleras y salir por fin a la luz y ver el terreno de juego, finalmente lo consigue. Su padre le indica cual es la bocana por la que deben entrar al campo y una luz muy fuerte resplandece tras esas paredes oscuras y frías, por fin sale a las gradas del estadio y con los ojos entreabiertos no puede mediar palabra alguna. Las sensaciones son indescriptibles e imposibles de reproducir, pero el niño siente qué es la felicidad en estado puro.

Se queda parado unos instantes, inmóvil, casi sin respirar; unos focos en lo alto iluminan un rectángulo de hierba verde con dos porterías inmensas, como un prado liso y que hace flotar en el ambiente un olor a césped recién cortado que deja al niño con una sonrisa muy agradable de oreja a oreja. Las percepciones auditivas son máximas, silbatos, trompetas, gente gritando, un grupo organizado detrás de una de las porterías que no dejan de cantar canciones todos a una y sin pausa, gente que bromea con las alineaciones del partido, niños/as como yo que gritan de entusiasmo y les embarga una emoción muy grande en sus cuerpos, puede percibirse en sus caras y gestos, sin duda.

La NovaCreuAlta no es un estadio demasiado grande, pero para este niño es como si fuera Maracaná, las gradas están prácticamente llenas, de gente vestida de azul y blanco, con grandes banderas que ondean al viento y con ganas de que todo empiece ya. El padre le indica al pequeño cuales son sus asientos y el niño se deja llevar, dentro del estadio no se siente en su hábitat natural por lo tanto está pendiente siempre de su padre y sus indicaciones. Por fin se sientan y su padre que ha comprado una bolsa de pipas y unos refrescos le ofrece al pequeño para que tome algo, pero en su cuerpo no cabe nada, está lleno de sensaciones, de emociones e ilusiones y los aperitivos son ahora secundarios. No pierde detalle de nada de lo que pasa alrededor suyo, deseando que todo empiece y vea por fin lo que siempre ha visto sentado con su padre en la televisión, ahora en directo. Por fin los jugadores salen, el árbitro y los asistentes se saludan con los capitanes y todo está dispuesto ya, la gente alborotada no para de animar y el niño se deja llevar y grita algo que solo escucha su padre porque se lo lleva el viento y el atronador griterío que inunda las gradas del estadio. El silbato del árbitro resuena por encima de todo el mundo y los jugadores dan comienzo al partido, por fin todo ha empezado. En el partido hay faltas, fueras de juego, saques de esquina, de puerta, de banda, un penalti y muchos goles, la salsa del fútbol sin duda. El niño vive cada uno de estos momentos como algo especial, algo excitante y novedoso, que solo ha visto por televisión y de los que ahora es partícipe, aunque solo sea animando desde las gradas.

Todo le parece increíble, no sabe si el partido es bueno o malo, si el árbitro lo está haciendo bien o mal, si el entrenador está acertado con los cambios o no, etc. cada jugada la vive como si fuera la última y no para de mirar el marcador y el tiempo de juego, deseando que el árbitro no pite nunca el final de ese emocionante partido. Su padre le explica todo lo que va pasando y el no pierde detalle, además el pequeño pone mucho interés y pregunta todo lo que no le cuadra demasiado en su pequeña cabeza y disfruta con los comentarios de su padre, del cual piensa que es el que más sabe sobre fútbol del mundo.

Por desgracia para el pequeño, llega el final del partido, su equipo ha empatado y la gente no se va demasiado contenta a sus casas, pero para el niño hoy, el resultado es lo de menos, ha disfrutado como nunca y ha pasado un día inolvidable, quizá el mejor de su corta vida. Volviendo al coche, no habla demasiado, su cabeza da vueltas y el cansancio se apodera de él y cuando llega al coche y su padre lo acomoda en su asiento, no puede hacer más que caer rendido en el sueño más profundo y placentero que ha tenido nunca. Al llegar a casa, su padre lo coge y lo lleva en brazos hasta su habitación, su madre que se había quedado en casa con su hermano pequeño que apenas tiene unos meses de vida, viene y lo arropa como cada noche. Antes de volver a quedarse dormido de nuevo, su madre le pregunta si le ha gustado el día que ha pasado y el niño, no puede más que asentir con la cabeza y con la voz mermada por el sueño y girando la cabeza para acomodarla en la almohada, simplemente exclama un “ha sido el mejor día de mi vida”… y se duerme.

Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)