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Los extremos puros: esa “especie” en peligro de extinción

Robo de balón en el medio del campo y salida rápida buscando sorprender al rival. La pelota llega al extremo izquierdo, controla el pase con el interior, el esférico queda parado y por un momento el tiempo también. En décimas de segundo, por la cabeza del jugador pasan miles de cosas y su cuerpo experimenta sensaciones muy contradictorias. Pegado a la línea de banda, con el lateral derecho encima, la grada sobre sus hombros, voces y susurros entran sin parar por sus oídos y la sangre le bulle. Va a mil revoluciones, pero intenta serenarse y pensar que hacer, todo en décimas de segundo. El rival es como un toro que viene a embestir y el debe sortearlo con maestría, e intentar acabar la faena dignamente para poder conseguir el ansiado premio del gol, con la ayuda de sus compañeros. En ese momento, todo vuelve a la realidad, el extremo amaga con el cuerpo, hace una media bicicleta con la que desequilibra al lateral y consigue marcharse por velocidad con el balón pegado a la cal y a escasos centímetros la línea de córner. En ese momento, el delantero de su equipo hace un desmarque al defensa rival y consigue adelantarse en la carrera unos centímetros. El extremo levanta la cabeza y lo ve, en ese momento y sin pensarlo, pone un centro desde la línea de fondo con el interior del pie, que se va abriendo para que el portero no llegue y medido a la cabeza de su compañero desmarcado. El delantero impacta con su cabeza al balón con mucha potencia y el esférico entra en la portería como un rayo, sin que los defensas ni el portero rival puedan hacer nada para impedirlo. Fútbol en estado puro, sin duda, pero un fútbol que se está perdiendo a una velocidad de vértigo.

Y es que este deporte cambia a cada segundo, aunque a veces nos sorprenda y lo haga en direcciones en los que no esperábamos. El portero que sale jugando con los pies, los laterales que son “carrileros” ofensivos, el pivote defensivo que organiza el juego, el mediocampista que defiende y ataca (todocampista), los delanteros que se tiran a banda; y últimamente, los “falsos” delanteros y los extremos que juegan a banda cambiada. Son muchas las causas que hacen que este deporte «evolucione»: una mejor formación de los técnicos deportivos, nuevas tecnologías que permiten aprender e implementar cualquier mejora en cualquier lugar del mundo al instante, el fútbol visto como un espectáculo televisivo, la tremenda competitividad existente entre equipos en ligas nacionales y competiciones continentales, la evolución de los clubs como empresas deportivas, la necesidad de ofrecer al espectador algo novedoso cada temporada. Sin olvidar el cambio paulatino hacia un fútbol más físico y rápido, con balones como los actuales, más  ligeros, que hacen que los centros sean más imprecisos. A la vez, los referentes en ataque han modificado su juego también y pocos equipos apuestan ya por delanteros corpulentos que sean rematadores natos y solo trabajen en el area. Todo esto hace del fútbol un deporte aún más interesante e imprevisible, ya que estos factores cambiantes lo convierten en un espectáculo más atractivo a los ojos de los/las espectadores/as que lo disfrutan cada semana. Pero, ¿de verdad es así?

Si nos paramos a reflexionar un poco quizá podamos tener otra opinión mejor formada de todo esto. Y como ejemplo ilustrativo, podemos pararnos a pensar por ejemplo en qué ha pasado con los extremos puros de toda la vida. ¿Se han evaporado?

Cuando me siento a escuchar las historias de fútbol que cuenta mi abuelo, siempre me quedo fascinado. En ellas relata como sentía y vivía él este deporte cuando era más joven. Pero no hay una sola historia en la que no aparezca un extremo puro y clásico como los de antes. Me habla del Barça de las “Cinc Copes” y de cómo Estanislau Basora y  Eduardo Manchón traían locas a las defensas rivales y ponían finos centros a César y Kubala para que rematasen sus jugadas, mientras los aficionados de «Les Corts» enloquecían. O como el estadio de Chamartín se venía abajo cuando Paco Gento corría la banda izquierda cual centella y asistía al gran Alfredo Di Stefano para que marcase, en aquellas memorables noches de Copa de Europa de las 6 que consiguió “La Galerna del Cantábrico”. También habla de un “melenudo” británico llamado George Best que ponía patas arriba Old Trafford (y otros pubs de la zona) con sus regates y su clase magistral. Pero sobretodo me sorprende que se acuerde de un pequeño extremo brasileño del Botafogo que solo pudo tener la suerte de ver cuatro o cinco veces cada cuatro años, en los Mundiales de Suecia 58 y Chile 62. Siempre me dice que Pelé era de otro mundo pero nunca había visto a nadie regatear y “gambetear” como ese tal Garrincha.

Y si mi padre entra en la conversación, no puede dejar de hablar del gran Amancio Amaro, extremo portentoso de la generación del Real Madrid de los “Ye-yés”, apodado “El Brujo” por sus regates increíbles en banda y su rapidez. Sin salir del equipo blanco, no podemos pasar por alto al mito, Juan Gómez «Juanito». Extremo rápido y veloz, de una fuerza y coraje sin igual que a día de hoy aún se recuerda en el estadio Santiago Bernabéu cuando el reloj marca el minuto 7 de partido, su mítico dorsal. Aunque si viajamos al n0rte, sin duda hay que hablar del veloz Txtextu Rojo, que dejaba boquiabierta a la afición de Bilbao en “La Catedral” con su descaro para encarar a los defensas y sus medidos centros al area. Y es que la historia de extremos clásicos vascos no acaba aquí, porque no muy lejos de Vizcaya, en Guipúzcoa concretamente, vivía el gran Roberto López Ufarte, un menudo y habilidoso extremo izquierdo que fue santo y seña de aquella mítica Real Sociedad que consiguió dos títulos consecutivos de Liga a principios de los ochenta y que fue ídolo de masas para todos los que acudían cada domingo a Atocha para ver al equipo “txuriurdín”. Gracias al trabajo y a la huella que dejaron estos dos tremendos extremos vascos, surgieron otros dos que siguieron sus pasos a no mucho tardar. El primero fue “Txiki” Beriguistáin, extremo izquierdo que irrumpió con fuerza para sustituir a López Ufarte en la Real Sociedad. Y el segundo fue Jon Andoni Goikoetxea, rápido y versátil extremo derecho navarro que despuntó en C.A. Osasuna y en la Real Sociedad posteriormente. La calidad de estos dos extremos no pasó inadvertida para el mundo y rápidamente el FC Barcelona de Johan Cruyff se hizo con ellos, siendo protagonistas esenciales de los títulos conseguidos por el cuadro catalán a principio de los noventa.


Cabe resaltar, pero, que si hablamos de extremos puros, los dos que jugaban en el Real Madrid de la “Quinta del Buitre” tampoco estaban carentes de calidad. Rafael Gordillo, mítico extremo izquierdo sevillano, de la cantera del Real Betis Balompié fichado por el cuadro blanco a mediados de los ochenta. Pero sobretodo Jose Miguel González “Míchel”, fino estilista canterano del conjunto blanco que junto a jugadores de la talla de Manuel Sanchís, Rafael Martín Vázquez o el mítico Emilio Butragueño, marcaron una época en la historia del club.

Como apreciación, cabría destacar, además de la vistosidad que regalaba este fútbol al espectador/a, como también aumentaba la velocidad del juego, la intensidad del mismo y hasta las pulsaciones de los jugadores y aficiones que disfrutaban de el. Pero no contentos con esto, el fútbol con bandas abiertas deparaba también unos duelos entre extremos y laterales memorables e históricos hoy en día.

Y es en ese preciso instante, en el que yo puedo entrar de verdad en la conversación y me pongo a recordar aquellas “batallas” futbolísticas increíbles entre el portugués Luis Figo y el posiblemente mejor lateral izquierdo de todos los tiempos, el brasileño Roberto Carlos. Cuando jugaban en el FC Barcelona y el Real Madrid respectivamente. O del propio Figo con el magnífico lateral del País Vasco Francés Bixente Lizarazu, cuando el portugués militaba ya en las filas blancas y el francés lo hacía con el temible Bayern de Munich. O los duelos entre el veloz extremo izquierdo holandés del Arsenal FC y FC Barcelona Mark Overmars y el lateral derecho del Manchester United Gary Neville, en los que siempre saltaban chispas. Y no se quedan atrás los duelos entre el maravilloso extremo izquierdo del Valencia CFVicente Rodríguez, y el lateral derecho del Real Madrid Michel Salgado, donde siempre había una intensidad brutal.

No obstante, la mayoría de extremos de todo el mundo actuales, han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y modificar su fútbol y su posición en el campo para complacer a sus técnicos y en “beneficio” del equipo. Aunque no está tan claro, que esto haya beneficiado al espectador/a y sobretodo al fútbol en general. Es cierto que se combina mucho más y que los extremos a banda cambiada pueden salir y tener más ocasiones para disparar a puerta desde una mejor posición. Pero no es menos cierto que las defensas también evolucionan y trabajan estas variantes. Por lo que al final tenemos muchas veces, acumulación de jugadores de tres cuartos de campo hacia delante, sobretodo al borde del área grande. El juego se ralentiza, los jugadores deben ser muy combinativos para que las jugadas no se diluyan y las bandas muchas veces quedan desocupadas, o se ocupan ocasionalmente por delanteros o centrocampistas que caen a ellas. Existe la posibilidad también de dejarla libre para la subida de laterales rápidos, que por otra parte, no tienen en la mayoría de casos, la clase ni la técnica de los extremos y jugadores de banda clásicos.

Por lo tanto, cuando hablamos de «evolución» en el fútbol, muchas veces, creo que el término no es correcto. Porque sí que es cierto que se dan cambios en este deporte y que todo avanza muy deprisa, como la vida de cualquier persona actualmente, sobretodo en los países occidentales. Pero no es menos cierto que en muchos aspectos este deporte está involucionando y dando pasitos atrás más que adelante. Habría mucho que escribir sobre todos estos cambios en el fútbol actual, aunque algunos de ellos han sido comentados ya al principio de este artículo. Quizá toda esta información nos daría para elaborar unos cuantos artículos más con total seguridad, pero ciñéndonos al tema que nos ocupa, creo que es justo  afirmar que el fútbol actual ha perseguido y eliminado (o al menos ha reconvertido) de los terrenos de juego a la mayoría de extremos puros que había. Jugadores con descaro, técnica, clase y calidad que no tenían miedo a jugársela. No temían coger la responsabilidad de encarar a sus rivales, se echaban el equipo a las espaldas y firmaban jugadas que acaban con centros medidos que se traducían en goles y campeonatos importantes para el equipo en muchas ocasiones. Pero sobretodo, jugadores que hacían levantarse a los aficionados de sus asientos en los estadios y que hacían vibrar y alzarse repentinamente a los más mayores de sus sillones en casa. Malabaristas y finos bordadores, que hilaban e hilvanaban jugadas fantásticas en espacios reducidos frente a contrincantes que solo tenían por objetivo destruir su fútbol. Jugadores que hacían que un servidor disfrutara cada semana con este deporte como un niño pequeño con un juguete nuevo. Por eso para acabar solo me gustaría lanzar una pregunta al aire: ¿Por qué el fútbol no quería seguir disfrutando con los extremos puros?

Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)

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El mejor día de su vida

Seguramente para un niño de cuatro o cinco años, pasar un día en el zoo con su padre es lo máximo. Puedes ver a todos esos animales que te gustan tanto y que has ojeado mil veces en libros y cuentos populares, pero en vivo y en directo, bestial. Además, parece que no se acaban nunca y tus ganas por verlos todos, unidas a tu corta estatura hacen que el camino se haga interminable pero muy intenso. Sin parar de oír sonidos que provienen de animales muy distintos, olores extraños y un sin fin de imágenes que no te da tiempo a procesar, te comes el bocadillo que tu madre te ha preparado deprisa y corriendo, por el miedo a que cuando tu llegues a ver a algún animal, este ya no esté o se haya ido a dormir, como bromea tu padre con frecuencia.

El día pasa y lo has visto todo, animales terrestres, marinos y voladores; parece que todo es perfecto y que sería imposible mejorar una jornada como esa, pero todo está a punto de dar un giro de 360º que te deja sin habla…vas a ir al fútbol, por primera vez en tu vida.

Volviendo del zoo, tu padre te pregunta si estás cansado, si tienes ganas de hacer algo más, como tanteando el terreno. Para un niño de esa edad no hay dolor ni descanso, por lo tanto, siempre estás dispuesto a todo lo que puedan ofrecerte, aunque no imaginas que pueda mejorar el día que has pasado entre animales como Tarzán en la selva. Pero lo va a mejorar y con creces, ya que cuando llegamos a nuestra ciudad, Sabadell, un extraño tumulto de personas se agolpa en un edificio circular salvaguardado por unas vallas gigantes, ataviados con camisetas, banderas y bufandas arlequinadas blancas y azules y entonando cánticos como si de una fiesta se tratase, estamos enLa Nova CreuAlta. Imposible aparcar, todo es una locura, finalmente conseguimos dejar nuestro coche a unas cuantas manzanas del estadio y nos disponemos a ir para allí a pie, y aunque para un niño de cuatro o cinco años, la distancia se hace una odisea, tanto esfuerzo tiene finalmente su premio.

Cuando la calle se abre y el estadio se divisa ya por fin, miles de mariposas revolotean en el interior de ese niño, no se lo puede creer. Su padre disfruta viendo su cara y además contribuye a la emoción del momento comprándole una bufanda y una camiseta del equipo de su corazón, el CE Sabadell, sin palabras. El niño ya no sabe como reaccionar, se ha quedado conmocionado por los acontecimientos, solo se deja llevar. Su padre compra dos entradas y por fin se disponen a entrar en el estadio, el niño no sabe ni contra quien juega su equipo, ni el nombre de la mayoría de jugadores, ni quien es el árbitro, ni lo que se están jugando en ese partido, le da igual. Solo quiere subir todas esas empinadas escaleras y salir por fin a la luz y ver el terreno de juego, finalmente lo consigue. Su padre le indica cual es la bocana por la que deben entrar al campo y una luz muy fuerte resplandece tras esas paredes oscuras y frías, por fin sale a las gradas del estadio y con los ojos entreabiertos no puede mediar palabra alguna. Las sensaciones son indescriptibles e imposibles de reproducir, pero el niño siente qué es la felicidad en estado puro.

Se queda parado unos instantes, inmóvil, casi sin respirar; unos focos en lo alto iluminan un rectángulo de hierba verde con dos porterías inmensas, como un prado liso y que hace flotar en el ambiente un olor a césped recién cortado que deja al niño con una sonrisa muy agradable de oreja a oreja. Las percepciones auditivas son máximas, silbatos, trompetas, gente gritando, un grupo organizado detrás de una de las porterías que no dejan de cantar canciones todos a una y sin pausa, gente que bromea con las alineaciones del partido, niños/as como yo que gritan de entusiasmo y les embarga una emoción muy grande en sus cuerpos, puede percibirse en sus caras y gestos, sin duda.

La NovaCreuAlta no es un estadio demasiado grande, pero para este niño es como si fuera Maracaná, las gradas están prácticamente llenas, de gente vestida de azul y blanco, con grandes banderas que ondean al viento y con ganas de que todo empiece ya. El padre le indica al pequeño cuales son sus asientos y el niño se deja llevar, dentro del estadio no se siente en su hábitat natural por lo tanto está pendiente siempre de su padre y sus indicaciones. Por fin se sientan y su padre que ha comprado una bolsa de pipas y unos refrescos le ofrece al pequeño para que tome algo, pero en su cuerpo no cabe nada, está lleno de sensaciones, de emociones e ilusiones y los aperitivos son ahora secundarios. No pierde detalle de nada de lo que pasa alrededor suyo, deseando que todo empiece y vea por fin lo que siempre ha visto sentado con su padre en la televisión, ahora en directo. Por fin los jugadores salen, el árbitro y los asistentes se saludan con los capitanes y todo está dispuesto ya, la gente alborotada no para de animar y el niño se deja llevar y grita algo que solo escucha su padre porque se lo lleva el viento y el atronador griterío que inunda las gradas del estadio. El silbato del árbitro resuena por encima de todo el mundo y los jugadores dan comienzo al partido, por fin todo ha empezado. En el partido hay faltas, fueras de juego, saques de esquina, de puerta, de banda, un penalti y muchos goles, la salsa del fútbol sin duda. El niño vive cada uno de estos momentos como algo especial, algo excitante y novedoso, que solo ha visto por televisión y de los que ahora es partícipe, aunque solo sea animando desde las gradas.

Todo le parece increíble, no sabe si el partido es bueno o malo, si el árbitro lo está haciendo bien o mal, si el entrenador está acertado con los cambios o no, etc. cada jugada la vive como si fuera la última y no para de mirar el marcador y el tiempo de juego, deseando que el árbitro no pite nunca el final de ese emocionante partido. Su padre le explica todo lo que va pasando y el no pierde detalle, además el pequeño pone mucho interés y pregunta todo lo que no le cuadra demasiado en su pequeña cabeza y disfruta con los comentarios de su padre, del cual piensa que es el que más sabe sobre fútbol del mundo.

Por desgracia para el pequeño, llega el final del partido, su equipo ha empatado y la gente no se va demasiado contenta a sus casas, pero para el niño hoy, el resultado es lo de menos, ha disfrutado como nunca y ha pasado un día inolvidable, quizá el mejor de su corta vida. Volviendo al coche, no habla demasiado, su cabeza da vueltas y el cansancio se apodera de él y cuando llega al coche y su padre lo acomoda en su asiento, no puede hacer más que caer rendido en el sueño más profundo y placentero que ha tenido nunca. Al llegar a casa, su padre lo coge y lo lleva en brazos hasta su habitación, su madre que se había quedado en casa con su hermano pequeño que apenas tiene unos meses de vida, viene y lo arropa como cada noche. Antes de volver a quedarse dormido de nuevo, su madre le pregunta si le ha gustado el día que ha pasado y el niño, no puede más que asentir con la cabeza y con la voz mermada por el sueño y girando la cabeza para acomodarla en la almohada, simplemente exclama un “ha sido el mejor día de mi vida”… y se duerme.

Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)