Se acerca el Mundial de Brasil ¡por fin! y desde Efecto Fútbol hemos querido analizar tres de las selecciones participantes, pero desde una perspectiva diferente. Una perspectiva multicultural y racial, que han introducido en sus combinados un toque diferente en la concepción del fútbol, hasta situarlos en primera línea mundial.
Bien por causas bélicas, económicas, de coyuntura demográfica, o por la resaca colonialista, Alemania, Bélgica y Suiza han sido tres Estados dónde los flujos migratorios más se han hecho notar al largo del Siglo XX. Podemos mencionar algunas causas, como las dos guerras mundiales, la guerra civil española y el franquismo, la guerra en los Balcanes, la inestabilidad en la zona turca, las carestías económicas en zonas del Este de Europa, la caída de los regímenes comunistas o la gran aventura colonialista (sobretodo belga), en el corazón de África. Todos estos factores han condicionado la sociedad de los países receptores y han colaborado en la construcción de una estructura social multirracial. Este mestizaje que se ha producido ha influido positivamente en el ámbito futbolístico de los países receptores de población. En el siguiente artículo analizamos como estos factores han influenciado en las selecciones alemana, belga y suiza, tres mundialistas a las que se han de tener en cuenta para la próxima Copa Mundial de Brasil (las tres estuvieron en el primer bombo en el sorteo de la fase final, y están situadas entre las 10 primeras del ranking FIFA).
Empezamos hablando por Suiza, el país neutral por antonomasia, sede central de la Cruz Roja y del COI, donde el fútbol tiene su gran espacio institucional a través de la sede de la UEFA y donde el jefe Joseph Blatter tiene montado su centro de operaciones FIFA. La Confederación Helvética por sí misma, ya es un estado federal multicultural por su condición francesa, italiana y alemana. Ante la coyuntura vivida durante el siglo XX, el mismo país ha ampliado su propia definición multicultural, a causa de los movimientos migratorios. Dentro de este grupo, en las últimas décadas destaca el fuerte movimiento de población original de la antigua Yugoslavia, destacando un alto porcentaje de serbios y albano-kosovares, que al igual que otro grupo numeroso como los portugueses, buscan en el país helvético una oportunidad de futuro.
Aparte de estos fenómenos más recientes, durante el siglo XX Suiza había sido territorio receptor de población por causas relacionadas con la inestabilidad política y la actividad beligerante europea durante el siglo. En relación con España, se produjo un movimiento muy importante hacia Suiza (destacable también en la RFA alemana). Los factores principales de este movimiento fueron por temas económicos pero también político-sociales. La gran industrialización que se estaba viviendo en Centroeuropa después de la recuperación tras la Segunda Guerra Mundial, propició una falta de mano de obra en estos países, hecho que fue subsanado gracias a la recepción de población, en parte, originaria de España. Durante la década de los sesenta y setenta, se estima que aproximadamente, 2.600.000 personas salieron de la Península en busca de un futuro mejor en Europa, en países más desarrollados (sobretodo industrialmente) y con una estabilidad política y social de la cual se carecía en España.
La llegada de población de todas las latitudes europeas, han conducido a la construcción de una sociedad helvética más multicultural que nunca. Esto queda reflejado en el ámbito futbolístico. El salto cualitativo del fútbol suizo viene percibiéndose desde el 2009, donde el combinado helvético Sub-17 derrotó a la anfitriona Nigeria en el Mundial de la categoría. La mayoría de los seleccionados campeones del mundo eran jóvenes hijos de inmigrantes asentados en Suiza o incluso, los mismos jóvenes habían nacido fuera de la Confederación Helvética. Los Haris Seferovic (marcó el gol de la final), Ricardo Rodríguez, Nassim Ben Khalifa o Granit Xhaka son solo algunos de los nombres destacados de esta selección campeona, con orígenes diferentes pero vistiendo la misma zamarra. En el siguiente enlace se puede ver el equipo que disputó la final ante Nigeria: http://es.fifa.com/u17worldcup/matches/round=253821/match=300102253/report.html
Muchos de estos chicos ya hace tiempo que han dado el salto a la selección absoluta, conjuntamente con la gran estrella albano-kosovar Xherdan Shaquiri, el tridente «napolitano» Gokhan Inler (origen turco), Valon Behrami (nacido en Kosovo) y Blerim Dzemaili (nacido en Macedonia). A estos nombres hay que añadirles los de Eren Derdiyok, Admir Mehmedi o Gelson Fernandes o Philippe Senderos todos ellos jugadores que se están curtiendo en grandes ligas y equipos de primer nivel europeo, hecho que provoca que lleguen a la cita mundialista no siendo unos desconocidos, y más teniendo en cuento quien se siente en el banquillo, el buen alemán, Ottmar Hitzfeld.
El caso de Alemania, aunque estamos hablando de un contexto histórico diferente, aunque mantiene ciertos paralelismos con Suiza. A lo largo del siglo XX, Alemania ha sufrido mucha inestabilidad, tanto política, de frontera, social y sobre todo por causas bélicas. No entraremos en Prusia, Bismarck ni el III Reich, pero si en esa genética alemana que siempre se ha asociado con un tipo de fútbol muy particular, pero que históricamente les ha servido para levantar tres veces la Copa Mundial.
Como en el caso de Suiza, Alemania fue un lugar «paradisíaco» para aquellos europeos que querían forjarse un futuro mejor, allá en la década de los sesenta, cuando, en este caso la República Federal Alemana (RFA) contaba con un gran potencial industrial, pero una falta de mano de obra. Muchos españoles fustigados por la situación del país, decidieron hacer las maletas rumbo a Alemania. Lo mismo sucedió con miles y miles de polacos, turcos y en general, gente del Este de Europa. Pero no solo europeo fue el origen de los movimientos migratorios hacia Alemania, también saltaron de continente gente procedente de África, en la búsqueda de un futuro más próspero.
De todo estos movimientos nos salen los nombres de Miroslav Klose, Lukas Podolski, Marko Marin, Gonzalo Castro, Mario Gomez, Mesut Özil, Sami Khedira, Jerome Boateng, Ilkai Gundogan … Son nombres destacados, algunos compañeros de la generación campeona de Europa Sub-21 en Suecia (junto a los Neuer, Hummels, Höwedes, Ebert …) y que estaban destinados a liderar una gran selección alemana, que aspirara a ganar un nuevo mundial en Brasil. Muchos de ellos son la columna vertebral del equipo de Joachim Löw, pero donde radica realmente lo excepcional es en el cambio de mentalidad.
La altura y la fuerza física ya no pasa por ser la principal opción que define la filosofía de juego. Ahora la calidad y el toque, el control del balón y la posesión son la principal arma para llegar a la portería. Gracias al buen trabajo de cantera realizado por la Federación Alemana de Fútbol en su plan estratégico paralelo a la celebración de su Mundial en 2006, y a la proliferación de grandes generaciones de jugadores talentosos (aparte de la gran generación de 2009 hay que destacar a los más jóvenes Gotze, Reus, Gundogan, Ter Stegen …), que han propiciado que la genética del fútbol alemán cambie para el deleite de los aficionados del fútbol, y que ha propiciado que los aficionados alemanes vuelvan a soñar con poder levantar de nuevo ese precioso trofeo dorado en Brasil.
Por último Bégica, una debilidad de Efecto Fútbol. Hace ya un tiempo analizamos su potencial (El futuro de Bélgica), durante la fase de clasificación para el Mundial, confiando en que iban a estar sí o sí en Brasil este verano. Bélgica, un país de contrastes, de flamencos y valones, una sociedad que se ha convertido, como en gran parte de Europa durante el siglo XX, en una sociedad multicultural. El país (o mejor dicho su rey Leopoldo II) pilló parte del pastel que se repartió en la Conferencia de Berlín de 1884, metiendo la cabeza en África, en el mismo corazón del continente. Fue un plan estratégico por parte de las grandes potencias, viendo a Bélgica como un reino que no crearía conflicto y poder jugar así con las comunicaciones mercantiles. El Congo belga era propiedad del rey (posteriormente pasó a ser colonia belga) y pronto se vio la gran habilidad de las potencias para asignar un territorio donde el potencial comercial era muy escaso. Vincent Kompany encarna perfectamente esas raíces centroafricanas. Emblema de la selección, es el jugador más carismático del combinado belga, el que ejerce los galones en defensa y al que hay que tener muy en cuenta en el juego aéreo. Es de origen congoleño por parte de padre.
Aparte de la «resaca colonialista», como sucede con Alemania y Suiza, Bélgica es un país que ha recibido y recibe mucha población inmigrante, gracias a factores económicos y de una coyuntura social estable, además de industriales en su momento. Esto se refleja de nuevo en la selección, donde al anteriormente mencionado capitán Kompany, se le añaden Christian Benteke (nacido en la RD del Congo), Romelu Lukaku (origen congoleño), Marouane Fellaini (origen marroquí), Radja Nainggolan (raices indonesias), Axel Witsel (raices caribeñas), Kevin Mirallas (origen español), además de los Chadli, Vanden Borre, Dembélé, etc. Eso sí, todos bajo la batuta del director, Eden Hazard.
En junio veremos lo que sucede, y los vaticinios quedarán como motivo de sacar pecho ante los amigos o por el contrario serán motivo de agachar las orejas y no entrar mucho en las conversaciones futbolísticas. De todas formas, las sensaciones que estas tres selecciones no están dando son positivas, y esperemos, por el bien del fútbol, que den un bonito espectáculo. La multiculturalidad latente en nuestra época se hace más visible en este tipo de acontecimientos, y sirven para poder ver las consecuencias del pasado, de ese siglo XX que fue tan convulso pero a la vez con muchas luces, sobre todo para aquellos que se pudieron labrar un futuro digno es estos países.
Luis Sánchez López (@luisSlopez21)