No es circunstancial que un deporte tan completo y pasional como el fútbol, se originara en tierras británicas, hace ya más de ciento cincuenta años. Y es que la vida de los habitantes de esta peculiar y pintoresca isla europea siempre ha estado ligada de alguna manera a este deporte desde sus inicios, hasta el punto de ser, en muchas ocasiones, una parte importante de su identidad personal.
Pero si hablamos de fútbol británico, el más histórico y legendario es sin duda el fútbol inglés. Desde la creación de la Football League en 1888, sus competiciones han sido y son a día de hoy mundialmente conocidas. La primera competición liguera aglutinaba a los mejores equipos ingleses del momento. En 1992, la Football League dejaría de representar a los 20 mejores equipos ingleses y su sitio sería ocupado por la actual Premier League.
Dejando de lado la famosa competición inglesa, tenemos la FA Cup (Copa Inglesa), creado por la Football Association (Asociación de Fútbol inglesa), es el torneo más antiguo del mundo (1871), anterior incluso a la liga inglesa. Paralelamente a esta competición se juega también otra muy conocida en tierras inglesas, la Football League Cup (Copa de la Liga). Ahora conocida como Capital One Cup y anteriormente como Curling Cup, dependiendo del patrocinador, esta competición, al igual que la FA Cup, también se disputa a eliminatoria directa. Finalmente podríamos hablar también de la Community Shield (anteriormente Charity Shield) o Supercopa Inglesa. Competición que se juega siempre al inicio de cada temporada entre el campeón de la Premier League y la FA Cup.
Partiendo de este amplio abanico de competiciones futbolísticas, a finales de los años sesenta en Inglaterra parecían no tener suficiente y se inventaron otra más para la colección: La Watney Mann Invitation Cup, comúnmente conocida como Watney Cup. Un rocambolesco torneo a la eliminatoria directa que se disputaría al inicio de cada temporada, en el que participarían los dos equipos de cada una de las cuatro divisiones que aglutinaban la Football League (8 equipos en total), que más goles hubieran anotado en sus respectivas ligas. Siempre y cuando no estuvieran clasificados para competiciones europeas o hubieran promocionado de categoría esa misma temporada. Además, la Football League llegó a un acuerdo para televisar todo el torneo (cosa bastante inusual para la época) y la compañía cervecera Watney Mann, contribuyó al patrocinio de esta nueva competición con su espónsor, de aquí el nombre del torneo.
La primera vez que se puso en marcha esta idea fue en 1970. Y aunque la afluencia de público en los estadios y de tele-espectadores que vieron esta competición fue elevada, no superó las expectativas programadas por la organización y la longevidad del torneo no superó los 4 años. En 1973 se disputó la última edición y posteriormente la Watney Cup fue cancelada. Pero esta competición, no fue creada en balde y sin quererlo ni tan siquiera imaginarlo, tendría una influencia clave en el desarrollo del fútbol mundial moderno.
Lo cierto es que como en la mayoría de torneos ingleses de fútbol, los partidos fueron muy vistosos y depararon sorpresas interesantes. Los equipos, sin duda hicieron honor a su condición de “goleadores” y no defraudaron a sus aficionados/as. Marcadores abultados en muchas ocasiones y sorpresas tan positivas como el campeonato que se adjudicó el modesto Colchester United de la Cuarta División en 1971, o el no menos sorprendente título del Bristol Rovers de la Tercera División justo al año siguiente (1972), eliminando en la final al potente Sheffield United. El Stoke City tendría el privilegio de ser el último de los cuatro ganadores de este novedoso torneo en 1973, mientras que el histórico Derby County tuvo el honor de ser el primer campeón en su primera edición en 1970. Y es en esta fecha donde se produjo la mayor aportación de este humilde torneo al mundo del fútbol.
La primera fase del torneo se había cerrado con grandes partidos y enormes marcadores finales:
– Reading 2-3 Manchester United
– Peterborough United 0-4 Hull City
– Aldershot 0-6 Sheffield United
– Fulham 3-5 (aet) Derby County
Los cruces de semifinales, depararon unos duelos muy interesantes en los cuales el Derby County se enfrentaría al Sheffield United; mientras que el Manchester United haría lo propio con el Hull City. El primer enfrentamiento fue muy disputado y acabó con victoria para The Rams por 1-0 y los clasificó para la final en la que esperarían rival. El segundo choque, también estuvo disputado, tal es así que al término de los 90 minutos el resultado era de 1-1. El tiempo extra tampoco dilucidó al ganador del encuentro por lo que iba a producirse un hecho insólito, como fue el jugarse la victoria a la suerte o la desgracia de los lanzamientos de penalti. Lo que hoy en día tenemos tan interiorizado, hace tan solo 40 años no era así ni mucho menos, con lo cual podíamos asistir a partidos importantísimos como finales de Copa de Europa o Recopa en los que los dos equipos debían volverse a ver las caras unos días después para volver a jugarse la gloria de un título, si el partido acababa en tablas durante el tiempo reglamentario.
Y fue en aquel Manchester United-Hull City donde todo cambió. Los Red Devils anotaron el primer lanzamiento, por medio del gran George Best. Bobby Charlton también convirtió el suyo y aunque otra de sus estrellas, el goleador Denis Law, marró la pena máxima, también lo habían hecho un par de de jugadores del Hull City, entre ellos el portero escocés Ian McKechnie que falló el último, dando de esta forma el triunfo al equipo de Manchester. Aunque la final de aquel campeonato no tendría color y los muchachos del Derby County se harían con el triunfo aplastando a los Red Devils por 4-1.
Si bien es cierto que los aficionados al fútbol no guardarán recuerdo de aquel torneo llamado Watney Cup en sus retinas, ni tan siquiera lo explicarán a sus nietos cuando sean mayores, creo que es de justicia darle el ratito de gloria que bien merece. No podemos afirmar que los penaltis se originaran en aquel torneo, porque los lanzamientos desde los 11 metros ya eran utilizados en Inglaterra desde principios del S.XX cuando se producían faltas dentro del área. Ni tampoco podemos afirmar que fuese el primer torneo que los empleaba para desempatar un partido al final del tiempo reglamentario, ya que en los años 50 ya se utilizaban en los partidos de Copa en países de Europa del Este o incluso en la propia URSS. Pero si el primer torneo que lo hacía en tierras británicas, lo cual sí es al menos relevante. Sin ir más lejos, en España, se empezaron a llevar a cabo en 1962, en un partido del histórico torneo veraniego de Cádiz, Ramón de Carranza. Por eso pienso que es justo darle a este torneo el mérito que tuvo, ya que ese mismo año en el que se disputó la primera edición de la Watney Cup, en 1970, la FIFA dio validez, en cualquier parte del mundo, a los lanzamientos de penalti en caso de que un partido acabase en empate y fuera necesario decretar un ganador. También ayudó el árbitro alemán Karl Wald a que esto se llevara a cabo, luchando junto a la Federación Alemana de Fútbol para que se implantaran en la Copa del Mundo de Alemania en 1974.
Suerte o casualidad, lo que es seguro es que la Watney Cup dejó veranos muy entretenidos a principios de los setenta, antes de arrancar la temporada regular de liga y copa en Inglaterra. Y además contribuyó decisivamente a que se implantaran en el mundo del fútbol los que posiblemente han sido el mayor exponente del nerviosismo y la taquicardia que hemos podido padecer los amantes de este deporte en los últimos cuarenta años. Aún así, gracias a todos los que lo hicieron posible, entre ellos, la Watney Cup.
Robo de balón en el medio del campo y salida rápida buscando sorprender al rival. La pelota llega al extremo izquierdo, controla el pase con el interior, el esférico queda parado y por un momento el tiempo también. En décimas de segundo, por la cabeza del jugador pasan miles de cosas y su cuerpo experimenta sensaciones muy contradictorias. Pegado a la línea de banda, con el lateral derecho encima, la grada sobre sus hombros, voces y susurros entran sin parar por sus oídos y la sangre le bulle. Va a mil revoluciones, pero intenta serenarse y pensar que hacer, todo en décimas de segundo. El rival es como un toro que viene a embestir y el debe sortearlo con maestría, e intentar acabar la faena dignamente para poder conseguir el ansiado premio del gol, con la ayuda de sus compañeros. En ese momento, todo vuelve a la realidad, el extremo amaga con el cuerpo, hace una media bicicleta con la que desequilibra al lateral y consigue marcharse por velocidad con el balón pegado a la cal y a escasos centímetros la línea de córner. En ese momento, el delantero de su equipo hace un desmarque al defensa rival y consigue adelantarse en la carrera unos centímetros. El extremo levanta la cabeza y lo ve, en ese momento y sin pensarlo, pone un centro desde la línea de fondo con el interior del pie, que se va abriendo para que el portero no llegue y medido a la cabeza de su compañero desmarcado. El delantero impacta con su cabeza al balón con mucha potencia y el esférico entra en la portería como un rayo, sin que los defensas ni el portero rival puedan hacer nada para impedirlo. Fútbol en estado puro, sin duda, pero un fútbol que se está perdiendo a una velocidad de vértigo.
Y es que este deporte cambia a cada segundo, aunque a veces nos sorprenda y lo haga en direcciones en los que no esperábamos. El portero que sale jugando con los pies, los laterales que son “carrileros” ofensivos, el pivote defensivo que organiza el juego, el mediocampista que defiende y ataca (todocampista), los delanteros que se tiran a banda; y últimamente, los “falsos” delanteros y los extremos que juegan a banda cambiada. Son muchas las causas que hacen que este deporte «evolucione»: una mejor formación de los técnicos deportivos, nuevas tecnologías que permiten aprender e implementar cualquier mejora en cualquier lugar del mundo al instante, el fútbol visto como un espectáculo televisivo, la tremenda competitividad existente entre equipos en ligas nacionales y competiciones continentales, la evolución de los clubs como empresas deportivas, la necesidad de ofrecer al espectador algo novedoso cada temporada. Sin olvidar el cambio paulatino hacia un fútbol más físico y rápido, con balones como los actuales, más ligeros, que hacen que los centros sean más imprecisos. A la vez, los referentes en ataque han modificado su juego también y pocos equipos apuestan ya por delanteros corpulentos que sean rematadores natos y solo trabajen en el area. Todo esto hace del fútbol un deporte aún más interesante e imprevisible, ya que estos factores cambiantes lo convierten en un espectáculo más atractivo a los ojos de los/las espectadores/as que lo disfrutan cada semana. Pero, ¿de verdad es así?
Si nos paramos a reflexionar un poco quizá podamos tener otra opinión mejor formada de todo esto. Y como ejemplo ilustrativo, podemos pararnos a pensar por ejemplo en qué ha pasado con los extremospuros de toda la vida. ¿Se han evaporado?
Cuando me siento a escuchar las historias de fútbol que cuenta mi abuelo, siempre me quedo fascinado. En ellas relata como sentía y vivía él este deporte cuando era más joven. Pero no hay una sola historia en la que no aparezca un extremo puro y clásico como los de antes. Me habla del Barça de las “Cinc Copes” y de cómo Estanislau Basora y Eduardo Manchón traían locas a las defensas rivales y ponían finos centros a César y Kubala para que rematasen sus jugadas, mientras los aficionados de «Les Corts» enloquecían. O como el estadio de Chamartín se venía abajo cuando Paco Gento corría la banda izquierda cual centella y asistía al gran Alfredo Di Stefano para que marcase, en aquellas memorables noches de Copa de Europa de las 6 que consiguió “La Galerna del Cantábrico”. También habla de un “melenudo” británico llamado George Best que ponía patas arriba Old Trafford (y otros pubs de la zona) con sus regates y su clase magistral. Pero sobretodo me sorprende que se acuerde de un pequeño extremo brasileño del Botafogo que solo pudo tener la suerte de ver cuatro o cinco veces cada cuatro años, en los Mundiales de Suecia 58 y Chile 62. Siempre me dice que Pelé era de otro mundo pero nunca había visto a nadie regatear y “gambetear” como ese tal Garrincha.
Y si mi padre entra en la conversación, no puede dejar de hablar del gran Amancio Amaro, extremo portentoso de la generación del Real Madrid de los “Ye-yés”, apodado “El Brujo” por sus regates increíbles en banda y su rapidez. Sin salir del equipo blanco, no podemos pasar por alto al mito, Juan Gómez «Juanito». Extremo rápido y veloz, de una fuerza y coraje sin igual que a día de hoy aún se recuerda en el estadio Santiago Bernabéu cuando el reloj marca el minuto 7 de partido, su mítico dorsal. Aunque si viajamos al n0rte, sin duda hay que hablar del veloz Txtextu Rojo, que dejaba boquiabierta a la afición de Bilbao en “La Catedral” con su descaro para encarar a los defensas y sus medidos centros al area. Y es que la historia de extremos clásicos vascos no acaba aquí, porque no muy lejos de Vizcaya, en Guipúzcoa concretamente, vivía el gran Roberto López Ufarte, un menudo y habilidoso extremo izquierdo que fue santo y seña de aquella mítica Real Sociedad que consiguió dos títulos consecutivos de Liga a principios de los ochenta y que fue ídolo de masas para todos los que acudían cada domingo a Atocha para ver al equipo “txuriurdín”. Gracias al trabajo y a la huella que dejaron estos dos tremendos extremos vascos, surgieron otros dos que siguieron sus pasos a no mucho tardar. El primero fue “Txiki” Beriguistáin, extremo izquierdo que irrumpió con fuerza para sustituir a López Ufarte en la Real Sociedad. Y el segundo fue Jon Andoni Goikoetxea, rápido y versátil extremo derecho navarro que despuntó en C.A. Osasuna y en la Real Sociedad posteriormente. La calidad de estos dos extremos no pasó inadvertida para el mundo y rápidamente el FC Barcelona de Johan Cruyff se hizo con ellos, siendo protagonistas esenciales de los títulos conseguidos por el cuadro catalán a principio de los noventa.
Cabe resaltar, pero, que si hablamos de extremos puros, los dos que jugaban en el Real Madrid de la “Quinta del Buitre” tampoco estaban carentes de calidad. Rafael Gordillo, mítico extremo izquierdo sevillano, de la cantera del Real BetisBalompié fichado por el cuadro blanco a mediados de los ochenta. Pero sobretodo Jose Miguel González “Míchel”, fino estilista canterano del conjunto blanco que junto a jugadores de la talla de Manuel Sanchís, Rafael Martín Vázquez o el mítico Emilio Butragueño, marcaron una época en la historia del club.
Como apreciación, cabría destacar, además de la vistosidad que regalaba este fútbol al espectador/a, como también aumentaba la velocidad del juego, la intensidad del mismo y hasta las pulsaciones de los jugadores y aficiones que disfrutaban de el. Pero no contentos con esto, el fútbol con bandas abiertas deparaba también unos duelos entre extremos y laterales memorables e históricos hoy en día.
Y es en ese preciso instante, en el que yo puedo entrar de verdad en la conversación y me pongo a recordar aquellas “batallas” futbolísticas increíbles entre el portugués Luis Figo y el posiblemente mejor lateral izquierdo de todos los tiempos, el brasileño Roberto Carlos. Cuando jugaban en el FC Barcelona y el Real Madrid respectivamente. O del propio Figo con el magnífico lateral del País Vasco Francés Bixente Lizarazu, cuando el portugués militaba ya en las filas blancas y el francés lo hacía con el temible Bayern de Munich. O los duelos entre el veloz extremo izquierdo holandés del Arsenal FC y FC Barcelona Mark Overmars y el lateral derecho del Manchester United Gary Neville, en los que siempre saltaban chispas. Y no se quedan atrás los duelos entre el maravilloso extremo izquierdo del Valencia CF, Vicente Rodríguez, y el lateral derecho del Real Madrid Michel Salgado, donde siempre había una intensidad brutal.
No obstante, la mayoría de extremos de todo el mundo actuales, han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y modificar su fútbol y su posición en el campo para complacer a sus técnicos y en “beneficio” del equipo. Aunque no está tan claro, que esto haya beneficiado al espectador/a y sobretodo al fútbol en general. Es cierto que se combina mucho más y que los extremos a banda cambiada pueden salir y tener más ocasiones para disparar a puerta desde una mejor posición. Pero no es menos cierto que las defensas también evolucionan y trabajan estas variantes. Por lo que al final tenemos muchas veces, acumulación de jugadores de tres cuartos de campo hacia delante, sobretodo al borde del área grande. El juego se ralentiza, los jugadores deben ser muy combinativos para que las jugadas no se diluyan y las bandas muchas veces quedan desocupadas, o se ocupan ocasionalmente por delanteros o centrocampistas que caen a ellas. Existe la posibilidad también de dejarla libre para la subida de laterales rápidos, que por otra parte, no tienen en la mayoría de casos, la clase ni la técnica de los extremos y jugadores de banda clásicos.
Por lo tanto, cuando hablamos de «evolución» en el fútbol, muchas veces, creo que el término no es correcto. Porque sí que es cierto que se dan cambios en este deporte y que todo avanza muy deprisa, como la vida de cualquier persona actualmente, sobretodo en los países occidentales. Pero no es menos cierto que en muchos aspectos este deporte está involucionando y dando pasitos atrás más que adelante. Habría mucho que escribir sobre todos estos cambios en el fútbol actual, aunque algunos de ellos han sido comentados ya al principio de este artículo. Quizá toda esta información nos daría para elaborar unos cuantos artículos más con total seguridad, pero ciñéndonos al tema que nos ocupa, creo que es justo afirmar que el fútbol actual ha perseguido y eliminado (o al menos ha reconvertido) de los terrenos de juego a la mayoría de extremos puros que había. Jugadores con descaro, técnica, clase y calidad que no tenían miedo a jugársela. No temían coger la responsabilidad de encarar a sus rivales, se echaban el equipo a las espaldas y firmaban jugadas que acaban con centros medidos que se traducían en goles y campeonatos importantes para el equipo en muchas ocasiones. Pero sobretodo, jugadores que hacían levantarse a los aficionados de sus asientos en los estadios y que hacían vibrar y alzarse repentinamente a los más mayores de sus sillones en casa. Malabaristas y finos bordadores, que hilaban e hilvanaban jugadas fantásticas en espacios reducidos frente a contrincantes que solo tenían por objetivo destruir su fútbol. Jugadores que hacían que un servidor disfrutara cada semana con este deporte como un niño pequeño con un juguete nuevo. Por eso para acabar solo me gustaría lanzar una pregunta al aire: ¿Por qué el fútbol no quería seguir disfrutando con los extremos puros?