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Los piratas que abordaron un país y conquistaron un continente

La abolición del apartheid en Sudáfrica no solo produjo consecuencias positivas en el plano social, político y económico, sino también en lo deportivo. Entre 1993 y 1994 todos los organismos deportivos internacionales que habían suspendido a las federaciones sudafricanas de los distintos deportes que se practicaban en el país, levantaron su veto y Sudáfrica volvió por fin a ver la luz al final del túnel, tras muchos años en la oscuridad y el ostracismo.

Mandela nueva bandera 1994

Las cosas no pudieron empezar mejor en lo deportivo para el país. Sudáfrica fue designada para albergar la Copa del Mundo de Rugby de 1995 y la jugada no pudo salir mejor. Nelson Mandela, presidente electo del país en aquel entonces, aprovechó dicha competición para proyectar su idea de nuevo país al mundo y sobre todo para intentar unir a las distintas etnias de la población sudafricana en harmonía. Y como seguramente todos/as los amantes del deporte conocerán, todo salió a pedir de boca. Los Springboks (gacelas en inglés) lograron alzarse con el prestigioso trofeo y el rugby consiguió unir a todo un país por unos instantes. Para los no amantes o seguidores de este deporte, es de recomendación más que obligada, la película de Clint Eastwood “Invictus”, donde se narra maravillosamente este acontecimiento deportivo y social, pero donde sobre todo, se palpan las sensaciones de cómo se vivió en todo el país (con los problemas e impedimentos que también hubo).

Pero la gloria deportiva del país no acabaría aquí. En lo futbolístico, un equipo emergió de entre todos para conseguir lo inimaginable, convertirse en los reyes de África. Los Orlando Pirates lograron alzarse con la Liga de Campeones de la CAF a finales de ese mismo año (1995) y demostrar el potencial y la calidad de los atletas sudafricanos. Nombres como los de Mark Fish, Gavin Lane, Jerry Skhosana, John Moeti y Helman Mkhalele entre otros, resonaron tan fuerte como cualquier líder político o estrella del rock del momento. Convirtiéndose así en el primer equipo surafricano de la historia en conseguir tremendo logro, teniendo en cuenta todos los impedimentos económicos, políticos y sociales por los que había pasado el club y sus jugadores para llegar hasta ese momento.

Orlando Pirates vs ASEC Mimosas 1995

Un equipo fundado a finales de los años 30 y bautizado como Orlando Boys, debido a su ubicación en el barrio de Orlando en el histórico distrito de Soweto (Johannesburg) y que pronto cambiaría su nombre gracias a una curiosa circunstancia. En 1940 se estrenó en los cines de todo el mundo la película «The Sea Hawk«, con el gran Errol Flynn a la cabeza del reparto. Aquel film de piratas y bucaneros tuvo tanto éxito, que el presidente del equipo vio un gran filón para atraer más seguidores al club y convertirlo además en una marca con mucho más tirón comercial y sobre todo publicitario en el futuro… y no se equivocó. Así nacieron “los bucaneros” o “los asaltantes del mar” de Sudáfrica, también llamados afectuosamente Amabhakaniya o Ezimnyama Ngenkani en lengua afrikáans. Así empezó a forjarse la leyenda de los Orlando Pirates.

El equipo fue una referencia futbolística en todo el país, a pesar los problemas raciales y políticos que padecieron. No les permitían participar en las ligas de fútbol del país, ni oficializarse como club, por ese motivo disputaban ligas menores y alternaban esos partidos con pequeñas giras por países vecinos. A finales de los 60’s, tras una gira por Suazilandia, una disputa entre los miembros del equipo por el reparto de las ganancias acabó en una escisión del club. Algunos jugadores, con el famoso Kaizer Moutang a la cabeza, se marcharon de los Pirates y formaron su propio club, los Kaizer X1, rebautizado posteriormente como Kaizer Chiefs (tomaron el nombre y el escudo de los Atlanta Chiefs de MLS americana, equipo donde jugó Kaizer Moutang). Nació entonces uno de los derbis más bonitos y emocionantes del mundo, que a día de hoy aún se disputa, el derbi de Soweto: “Pirates vs Chiefs”.

Derbi Soweto Pirates vs Chiefs

A partir de entonces y con el apartheid fuertemente implantado en todo el país, tanto los Orlando Pirates como los Kaizer Chiefs tuvieron que conformarse con jugar la Liga Negra de Fútbol, donde alternaron títulos y victorias durante los 70’s y 80’s. No fue hasta después de las primeras elecciones democráticas del país 1994, que se reestructuraron todas las federaciones deportivas del país, incluida la de fútbol y se pensó en unificar a todos los equipos en una solo Federación de Fútbol y bajo una sola competición. Así, con la ayuda de todos, nació la Premier Soccer League en 1996, que aún sigue vigente y en auge hoy en día. Y donde estos dos clubes han tenido y tienen un papel decisivo en “normalización” y la difusión del deporte como elemento de integración y convivencia.

Por tanto, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que la abolición del apartheid y la llegada de la democracia a Sudáfrica, fue más que beneficioso para el deporte en todo el país. Y es que, además de la Copa del Mundo de Rugby lograda por los Springboks en 1995 y la Liga de Campeones Africana conseguida por los Orlando Pirates el mismo año, en el plano futbolístico la cosa no iba a detenerse aquí. Unos meses después, el país surafricano había sido designado también para albergar la Copa de África de Naciones (1996). Y el resultado no pudo ser mejor, los Bafana Bafana (muchachos en lengua afrikáans) consiguieron hacerse con el título derrotando a Túnez en la final por 2-0 y llevando el delirio a las calles de Johannesburgo y a las de todo el país. Un resultado increíble teniendo en cuenta que era la primera participación de la selección de Sudáfrica en la competición, tras el veto impuesto por la FIFA y la CAF a causa del ya comentado apartheid.

No contentos con todo esto, la selección de Sudáfrica siguió creciendo y conseguiría volver a la final de la Copa de África dos años más tarde (1998) en Burkina Faso, no obstante, sucumbirían en dicha final ante Egipto por 2-0. Pero el trabajo estaba hecho y ese mismo año 1998, los Bafana Bafana lograrían lo impensable unos pocos años atrás, clasificarse para su primer Mundial de Fútbol que se disputaría en Francia. Los surafricanos no conseguirían pasar de la fase de grupos, pero el nombre de Sudáfrica estaba ya en lo más alto del fútbol mundial. Una lucha increíble que había durado muchos años, quizá demasiados, y en lo deportivo empezaba a ver la luz y la gloria al final del túnel.

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La historia empezó a forjarse con los Spingboks aquel verano de 1995, siguió con los Orlando Pirates en navidades de ese mismo año y explotó con los Bafana Bafana desde 1996 a 1998. Sudáfrica debía reconstruirse y sobre todo volver a unirse como pueblo, derrocando clanes, etnias y razas. Y eso les llevaría mucho tiempo y trabajo, pero el deporte y sobre todo el fútbol empezó a destruir estas barreras sociales y consiguió sacarle una sonrisa a un país deprimido y enfrentado entre el. El camino aún es largo y tortuoso, pero los Orlando Pirates pusieron la primera piedra y demostraron a todo el mundo que si se trabaja unido y con un objetivo claro, cualquier cosa es posible en este mundo, por muy complicada que esta sea. Tras The Sea Hawk e Invictus, quizá toque ahora alguna buena película que refleje la historia del fútbol surafricano desde el lamentable apartheid hasta nuestros días. Sin duda se lo han ganado.

Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)

Un portero de «leyenda» en tiempos de posguerra

«El fútbol es el opio del pueblo» sería una adaptación libre pero muy veraz de la célebre cita de Karl Marx «La religión es el opio del pueblo». Esto viene a decir que el fútbol, como la religión según el filósofo alemán, es una distracción, una cortina de humo que no deja ver con claridad lo que pasa realmente a nuestro alrededor y/o que las personas simplemente lo utilizan para evadirse de ella. Además, está articulado por los poderes del Estado, ayudados en parte, de algunos poderes fácticos que también colaboran a su desarrollo.

futbol opio pueblo el futbol es el opio del pueblo

Pero qué ocurre cuando el fútbol desaparece? Y sobretodo, qué pasa con las personas que eran la piedra angular de este deporte, qué pasa con los jugadores? Los conflictos bélicos en general y la Guerra Civil Española en particular, se llevaron a muchos de esos deportistas con ellos y seguramente los que quedaron, nunca volvieron a ser los mismos. Y es que una guerra cambia, lamentablemente, a las personas y esta historia habla de una de esas personas, que además fue un gran portero de fútbol: «El Portero».

guerra civil futbol

El autor de este relato, Manuel Hidalgo, nos traslada a la época de posguerra, finales de los cuarenta (1948), en una pequeña aldea costera de tierras asturianas. A ella llega una camioneta destartalada, con un peculiar personaje dentro de ella, un portero de fútbol. Pero no era un cancerbero cualquiera, sino el gran Ramiro Forteza, conocido como el «Gigante de Zaragoza» o el «Rey del penalti» por su enorme destreza para detener dichos lanzamientos. El que antes de la guerra fuera un jugador de fútbol enormemente conocido, llegando a militar incluso en el Real Madrid (todo a modo de ficción claro está), se ganaba ahora el pan yendo de pueblo en pueblo y desafiando a sus habitantes a meterle un penalti. Una especie de atracción circense o feriante con una portería móvil y un balón de reglamento de la época, que mimaba y daba lustre recordando tiempos mejores, como material necesario para organizar su «número» en la plaza de los pueblos por los que iba pasando en su camino hacia ninguna parte.

pueblo asturias portero02 pueblos asturias

Manuel Hidalgo recrea muy bien aquellos tiempos difíciles después de una barbarie como la acontecida en España durante la Guerra Civil. Además, el llevar la historia a un pequeño pueblo de Asturias no es casualidad sino que acrecienta más todos los rasgos típicos de la época, tanto en los comportamientos de las personas, como en su manera de ser, de relacionarse entre ellas o de ganarse la vida. Por no hablar de la organización política, religiosa y militar de los pueblos, que se ve plasmada claramente en las figuras del alcalde, el cura y el cabo de la Guardia Civil. Tres modelos clave en el orden del régimen franquista de la época en cualquier pueblo, incluso ciudad de España.

curas guardia civil

Además de estos personajes, la historia también pone de manifiesto a un grupo de insurrectos que se esconden en las montañas de la zona y que luchan contra el régimen autoritario ocultos en sus cuevas, esperando su momento: los maquis. Esta guerrilla antifranquista surgida durante la Guerra Civil y con gran incidencia en la época de posguerra sobretodo en el Norte de España, tiene su importancia en la historia. Ya que al final del relato, el capitán de la Guardia Civil organiza un partido de exhibición entre militares y vecinos del pueblo con Ramiro Forteza como portero y juez de la disputa. Se lanzarán penaltis y el que más goles marque será el ganador de la contienda. Al final, con el partido empatado, los maquis aprovechan para bajar al pueblo y sorprender a los militares, incluso chutar uno de los lanzamientos. El resultado acaba en empate y todo un poco como antes de empezar, los maquis huyendo y los militares persiguiéndolos, en una escena con toques de humor y realidad urdida por el autor.

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Este relato, del que posteriormente hicieron una película con el mismo título, escrita por el propio Manuel Hidalgo y protagonizada por Carmelo Gómez, Antonio Resines y Maribel Verdú, es una interesante y magníficamente bien narrada fotografía animada de lo que podía vivirse en la época. Amplía algo más el relato corto original, dando paso a una historia de amor que cobra mayor protagonismo, mayor presencia de la disputa entre maquis y fuerzas del orden y se recrea más en la contienda final y en contextualizar todo un poco más y mejor. Hace sobretodo énfasis en describir con elementos cotidianos la vida de un pueblo del norte de España en años de posguerra. Y como esta rutina se ve alterada en cierta medida por la llegada de un personaje «famoso» que trastoca un poco la vida de sus habitantes. Un portero de fútbol que era una estrella en sus tiempos, ve truncada su carrera por culpa de una guerra que lo arrasa todo y que no solo lo deja mermado física sino también mentalmente. Un pueblo con todos sus lugareños/as subsistiendo del campo, el mar y los animales para poder tirar con lo justo y a veces incluso menos. Tres poderes que regían el destino del pueblo y lo mantenían aletargado y sin sobresaltos (político, religioso y militar) y un grupo de insurrectos (los maquis) lastrados por las bajas y las inclemencias del tiempo en la zona que todavía creían que podían luchar frente a este régimen autoritario y cambiarlo. Una historia de ficción basada seguramente en muchas historias reales de personas (entre ellas deportistas) que vivieron aquella oscura época y que perdieron muchas cosas por el camino, incluso sus propias vidas y las de algunos seres queridos. Una etapa que nunca debió escribirse en la historia de España y que seguramente sirvió para darnos cuenta de hasta donde llega la inconsciencia humana y los instintos más crueles de las personas. Un capítulo que solo trajo penurias y pobreza además de unas secuelas imborrables a los que les tocó vivirlo.

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Una época en la que el fútbol quedó en un segundo plano, pero que después de la guerra volvió a resurgir con más fuerza, para volver a convertirse en el opio del pueblo. Era una necesidad, la gente ansiaba desconectar de todo lo vivido y abstraerse de la dura realidad aunque solo fuera unas horas a la semana. Y el fútbol les dio esa respuesta. Seguramente nadie conoció al gran cancerbero Ramiro Forteza realmente, porque era un personaje de ficción, pero si existieron muchos otros porteros que vivieron aquella época e incluso perdieron la vida luchando en alguno de sus frentes. Como Félix González «Rojo», portero de la Real Sociedad antes de la guerra que alternaba la portería con su trabajo en la metalurgia y que fue fusilado en 1939 con 26 años en una cárcel de Ondarreta. O como el célebre Aniceto Alonso Rouco, alias «Toralpy», portero del Sestao y el Athletic Club de Bilbao antes de la guerra y con una intensa vida política, que llegó a ser incluso comandante republicano durante la Guerra Civil y murió en 1937 en Bilbao en medio de la batalla. Y porque no nombrar a una leyenda del fútbol español como Ricardo Zamora «El Divino», portero y mito del RCD Espanyol, FC Barcelona y del Real Madrid posteriormente. Considerado uno de los mejores porteros de todos los tiempos, tuvo que exiliarse a Argentina y Francia en tiempos de Guerra Civil por miedo a perder la vida. Acabó volviendo una vez finalizada la guerra, ya como entrenador, al Atlético de Madrid y consiguiendo títulos importantes como la Liga Española.

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Félix González «Rojo»

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Aniceto Alonso Rouco «Toralpy»

Ricardo Zamora "El Divino"

Ricardo Zamora «El Divino»

En conclusión, podríamos decir con mucha prudencia y respeto, que después de todo Ramiro Forteza quizá tuvo mucha suerte, al menos más que «Rojo» y «Toralpy» seguramente. Consiguió sobrevivir a una guerra civil en su propio país y tirar adelante con su vida como buenamente pudo. Y yo creo que al final, Manuel Hidalgo es un poco lo que quiso transmitir en su relato en cierta forma. En según que contextos, el fútbol pasa a ser secundario o de una importancia nimia aunque en este caso fuera parte importante de la identidad del protagonista. Finalmente, creo que le queda claro al portero que hay cosas que están por encima del deporte y que seguramente le aportarán un beneficio personal mucho mayor que sus gloriosas tardes bajo los palos. Aunque como pasa mucho con el fútbol en este país y con la propia vida, seguramente de haber sido real, la gente siempre lo hubiera recordado por sus hazañas deportivas y por su mote: el «Rey del penalti».

Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)

futbol franquismo