Un portero de «leyenda» en tiempos de posguerra

«El fútbol es el opio del pueblo» sería una adaptación libre pero muy veraz de la célebre cita de Karl Marx «La religión es el opio del pueblo». Esto viene a decir que el fútbol, como la religión según el filósofo alemán, es una distracción, una cortina de humo que no deja ver con claridad lo que pasa realmente a nuestro alrededor y/o que las personas simplemente lo utilizan para evadirse de ella. Además, está articulado por los poderes del Estado, ayudados en parte, de algunos poderes fácticos que también colaboran a su desarrollo.

futbol opio pueblo el futbol es el opio del pueblo

Pero qué ocurre cuando el fútbol desaparece? Y sobretodo, qué pasa con las personas que eran la piedra angular de este deporte, qué pasa con los jugadores? Los conflictos bélicos en general y la Guerra Civil Española en particular, se llevaron a muchos de esos deportistas con ellos y seguramente los que quedaron, nunca volvieron a ser los mismos. Y es que una guerra cambia, lamentablemente, a las personas y esta historia habla de una de esas personas, que además fue un gran portero de fútbol: «El Portero».

guerra civil futbol

El autor de este relato, Manuel Hidalgo, nos traslada a la época de posguerra, finales de los cuarenta (1948), en una pequeña aldea costera de tierras asturianas. A ella llega una camioneta destartalada, con un peculiar personaje dentro de ella, un portero de fútbol. Pero no era un cancerbero cualquiera, sino el gran Ramiro Forteza, conocido como el «Gigante de Zaragoza» o el «Rey del penalti» por su enorme destreza para detener dichos lanzamientos. El que antes de la guerra fuera un jugador de fútbol enormemente conocido, llegando a militar incluso en el Real Madrid (todo a modo de ficción claro está), se ganaba ahora el pan yendo de pueblo en pueblo y desafiando a sus habitantes a meterle un penalti. Una especie de atracción circense o feriante con una portería móvil y un balón de reglamento de la época, que mimaba y daba lustre recordando tiempos mejores, como material necesario para organizar su «número» en la plaza de los pueblos por los que iba pasando en su camino hacia ninguna parte.

pueblo asturias portero02 pueblos asturias

Manuel Hidalgo recrea muy bien aquellos tiempos difíciles después de una barbarie como la acontecida en España durante la Guerra Civil. Además, el llevar la historia a un pequeño pueblo de Asturias no es casualidad sino que acrecienta más todos los rasgos típicos de la época, tanto en los comportamientos de las personas, como en su manera de ser, de relacionarse entre ellas o de ganarse la vida. Por no hablar de la organización política, religiosa y militar de los pueblos, que se ve plasmada claramente en las figuras del alcalde, el cura y el cabo de la Guardia Civil. Tres modelos clave en el orden del régimen franquista de la época en cualquier pueblo, incluso ciudad de España.

curas guardia civil

Además de estos personajes, la historia también pone de manifiesto a un grupo de insurrectos que se esconden en las montañas de la zona y que luchan contra el régimen autoritario ocultos en sus cuevas, esperando su momento: los maquis. Esta guerrilla antifranquista surgida durante la Guerra Civil y con gran incidencia en la época de posguerra sobretodo en el Norte de España, tiene su importancia en la historia. Ya que al final del relato, el capitán de la Guardia Civil organiza un partido de exhibición entre militares y vecinos del pueblo con Ramiro Forteza como portero y juez de la disputa. Se lanzarán penaltis y el que más goles marque será el ganador de la contienda. Al final, con el partido empatado, los maquis aprovechan para bajar al pueblo y sorprender a los militares, incluso chutar uno de los lanzamientos. El resultado acaba en empate y todo un poco como antes de empezar, los maquis huyendo y los militares persiguiéndolos, en una escena con toques de humor y realidad urdida por el autor.

maquis maquis norte

Este relato, del que posteriormente hicieron una película con el mismo título, escrita por el propio Manuel Hidalgo y protagonizada por Carmelo Gómez, Antonio Resines y Maribel Verdú, es una interesante y magníficamente bien narrada fotografía animada de lo que podía vivirse en la época. Amplía algo más el relato corto original, dando paso a una historia de amor que cobra mayor protagonismo, mayor presencia de la disputa entre maquis y fuerzas del orden y se recrea más en la contienda final y en contextualizar todo un poco más y mejor. Hace sobretodo énfasis en describir con elementos cotidianos la vida de un pueblo del norte de España en años de posguerra. Y como esta rutina se ve alterada en cierta medida por la llegada de un personaje «famoso» que trastoca un poco la vida de sus habitantes. Un portero de fútbol que era una estrella en sus tiempos, ve truncada su carrera por culpa de una guerra que lo arrasa todo y que no solo lo deja mermado física sino también mentalmente. Un pueblo con todos sus lugareños/as subsistiendo del campo, el mar y los animales para poder tirar con lo justo y a veces incluso menos. Tres poderes que regían el destino del pueblo y lo mantenían aletargado y sin sobresaltos (político, religioso y militar) y un grupo de insurrectos (los maquis) lastrados por las bajas y las inclemencias del tiempo en la zona que todavía creían que podían luchar frente a este régimen autoritario y cambiarlo. Una historia de ficción basada seguramente en muchas historias reales de personas (entre ellas deportistas) que vivieron aquella oscura época y que perdieron muchas cosas por el camino, incluso sus propias vidas y las de algunos seres queridos. Una etapa que nunca debió escribirse en la historia de España y que seguramente sirvió para darnos cuenta de hasta donde llega la inconsciencia humana y los instintos más crueles de las personas. Un capítulo que solo trajo penurias y pobreza además de unas secuelas imborrables a los que les tocó vivirlo.

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Una época en la que el fútbol quedó en un segundo plano, pero que después de la guerra volvió a resurgir con más fuerza, para volver a convertirse en el opio del pueblo. Era una necesidad, la gente ansiaba desconectar de todo lo vivido y abstraerse de la dura realidad aunque solo fuera unas horas a la semana. Y el fútbol les dio esa respuesta. Seguramente nadie conoció al gran cancerbero Ramiro Forteza realmente, porque era un personaje de ficción, pero si existieron muchos otros porteros que vivieron aquella época e incluso perdieron la vida luchando en alguno de sus frentes. Como Félix González «Rojo», portero de la Real Sociedad antes de la guerra que alternaba la portería con su trabajo en la metalurgia y que fue fusilado en 1939 con 26 años en una cárcel de Ondarreta. O como el célebre Aniceto Alonso Rouco, alias «Toralpy», portero del Sestao y el Athletic Club de Bilbao antes de la guerra y con una intensa vida política, que llegó a ser incluso comandante republicano durante la Guerra Civil y murió en 1937 en Bilbao en medio de la batalla. Y porque no nombrar a una leyenda del fútbol español como Ricardo Zamora «El Divino», portero y mito del RCD Espanyol, FC Barcelona y del Real Madrid posteriormente. Considerado uno de los mejores porteros de todos los tiempos, tuvo que exiliarse a Argentina y Francia en tiempos de Guerra Civil por miedo a perder la vida. Acabó volviendo una vez finalizada la guerra, ya como entrenador, al Atlético de Madrid y consiguiendo títulos importantes como la Liga Española.

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Félix González «Rojo»

toralpy 2

Aniceto Alonso Rouco «Toralpy»

Ricardo Zamora "El Divino"

Ricardo Zamora «El Divino»

En conclusión, podríamos decir con mucha prudencia y respeto, que después de todo Ramiro Forteza quizá tuvo mucha suerte, al menos más que «Rojo» y «Toralpy» seguramente. Consiguió sobrevivir a una guerra civil en su propio país y tirar adelante con su vida como buenamente pudo. Y yo creo que al final, Manuel Hidalgo es un poco lo que quiso transmitir en su relato en cierta forma. En según que contextos, el fútbol pasa a ser secundario o de una importancia nimia aunque en este caso fuera parte importante de la identidad del protagonista. Finalmente, creo que le queda claro al portero que hay cosas que están por encima del deporte y que seguramente le aportarán un beneficio personal mucho mayor que sus gloriosas tardes bajo los palos. Aunque como pasa mucho con el fútbol en este país y con la propia vida, seguramente de haber sido real, la gente siempre lo hubiera recordado por sus hazañas deportivas y por su mote: el «Rey del penalti».

Manel Torrejón Perea (@manelcandeu)

futbol franquismo

One response to this post.

  1. Posted by Tania Calvo Alonso on 4 septiembre, 2019 at 22:03

    Perdón. El de la foto no es Aniceto Alonso rouco… Es otro toralpy

    Responder

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