Relacionando el tema de los Balcanes con el deporte, y antes de hablar de la mítica Estrella Roja campeona de Europa, no puedo dejar de pensar en el documental Once Brothers (Hermanos y enemigos, traducido al castellano). En el mismo, nos dan a conocer la historia personal entre dos mitos del baloncesto, Vlade Divac y Drazen Petrovic (serbio y croata respectivamente), una historia que refleja el conflicto desarrollado en la zona balcánica a partir de 1991. Un desprecio por parte de Divac hacia la bandera croata de su “hermano” Petrovic, después de salir campeones del mundo en Argentina contra la URSS, provocó el fin de una amistad y ejemplifica la tensión que se estaba viviendo en la zona, que acabaría con el inicio del conflicto bélico.
La creación de un reino multiétnico fue el inicio de las tensiones que acabaron de explotar a finales del siglo XX. Dentro de este Estado, habitaban eslovenos, serbios, croatas, bosnios, montenegrinos y macedonios. Cabe destacar que cada pueblo citado había tenido su propia historia, incluso profesaban religiones distintas y hablaban lenguas diferentes. Todo este popurrí de pueblos, lenguas, etnias, religiones, etc. hacía presagiar un final como el que tuvo. Tras la II guerra mundial, y el establecimiento del comunismo de Tito, todas estas diferencias no se evidenciaban tanto a causa del establecimiento de un Estado potente dominado por serbios.
Ante tal panorama nos plantamos en la década de los 90. El deporte bajo la órbita socialista había estado en la primera línea mundial, gracias en parte al ideal estajanovista, imperante en el seno de la URSS, trasladado al mundo del deporte, con la idea de mayor productividad en todos los ámbitos de la sociedad, no solo en el trabajo. En el campo futbolístico, los yugoslavos no habían conseguido grandes logros en Europa, solamente destacar dos segundos puestos en la Eurocopa de 1960 y la del 1968, y con respecto a los clubes, disputó la final de la Copa de Europa al Real Madrid en 1966, por lo tanto, el palmarés yugoslavo en Europa era nulo. Hasta 1991.
Surge en este contexto un gran equipo en la Europa balcánica, el Estrella Roja de Belgrado, símbolo del poder preponderante serbio dentro del Estado multiétnico yugoslavo, e históricamente el equipo más laureado de los Balcanes (25 ligas y 23 copas). La mítica estrella del club, Dragan Dzajic, se hizo con las riendas del mismo y ocupó el cargo de director técnico en 1978. En ese momento se empieza a gestar el equipo que acabará campeón de Europa y de la Intercontinental en 1991. Consigue armar un equipo de ensueño a través de una serie de fichajes como el de Darko Pancev, procedente del FK Vardar, Dejan Savicevic del FK Budućnost Podgorica o Miodrag Belodedici, procedente del campeón de Europa rumano, el Steaua de Bucarest. Estos tres futbolistas fueron fichados en la temporada 1988-1989, viniendo a complementar a los Stevan Stojanovic, Slobodan Marovic, Vlada Stosic y Vladimir Jugovic, sin olvidar al mítico Robert Prosinecki (nacido en la RFA). Para completar, si cabe aun más la plantilla, la misma temporada de la consecución del campeonato europeo llegó la guinda del pastel, Sinisa Mihajlovic y el entrenador Ljupko Petrovic, ambos procedentes del FK Voivodina, campeón yugoslavo. El equipo logró ganar la Copa de Europa de la temporada 1990-1991 sin perder un solo partido, dejando en la cuneta a poderosos equipos como el Glasgow Rangers, el Dynamo de Dresden o el Bayern Munchen en semifinales.
En la final se encontraron con el Olimpique de Maseille, donde jugaba el balón de oro Jean Pierre Papin, un equipo que dos temporadas más tarde se proclamaría campeón de Europa. La final se desarrolló envuelto en un clima hostil y prebélico ante la situación que se estaba viviendo en Yugoslavia, que queda claramente reflejado por el mismo Dejan Savicevic y Vlada Stosic en el reportaje realizado para Fiebre Maldini. Las instituciones yugoslavas intentaron aislar al equipo una semana antes del partido, en una zona retirada de Bari, añadiendo una dosis extra de presión por parte de las autoridades, ligado a lo comentado anteriormente, el ideal socialista del trabajo elevado a la máxima potencia. Las palabras de Savicevic reflejan el estado de presión a la que estaban sometidos antes del partido: “… nos habían metido mucha presión, teníamos que ganar a toda costa. Si no ganábamos no podríamos volver a casa. Esas cosas típicas del comunismo, que la vida se acaba con el partido, y si no se gana, prácticamente no podríamos volver a Belgrado”.
Tal fue la presión, que Savicevic reconoce que jugaron el peor partido que ese equipo había disputado hasta el momento, palabras que corrobora su compañero Vlada Stosic.
El Estado se estaba desmoronando, agravado por una crisis económica imperante, hizo caer los antiguos valores socialistas. El gobierno federal va pasando de mano en mano, muy desestabilizado, y a lo largo de 1990 se van sucediendo elecciones libres evidenciando e incrementando las diferencias entre los diferentes pueblos que conforman la Federación yugoslava. Eslovenia y Croacia empiezan a manifestarse favorables a la independencia, todo lo contrario de los serbios, epicentro de la Federación, personificada por Slobodan Milosevic y que aboga por el mantenimiento del orden. Al mismo tiempo, el ejército empieza a fragmentarse y actuar teniendo en cuenta sus opciones ideológicas.
La independencia de Croacia provocó un conflicto nacionalista entre serbios y croatas, acabando en un conflicto general a causa del envío de las fuerzas armadas serbias a la proclamada independiente Croacia, a causa en parte, del alzamiento de la minoría serbia que habitaba el territorio croata, provocando la entrada en el conflicto de la ONU. Ante tal panorama de tensión prebélica, los jugadores del Estrella Roja disputaron la final de la Copa de Europa y la posterior Intercontinental, la cual vencieron a Colo Colo. El equipo estaba formado por jugadores de diferentes orígenes dentro del Estado multiétnico yugoslavo. Parte de la plantilla eran serbios, aunque también convivían montenegrinos como Savicevic, macedonios como Pancev o serbios como Mihajlovic, pero todos ellos dejaron de lado su procedencia y origen, y lucharon para conseguir el sueño de todo futbolista, la consecución del título más importante a nivel de clubes, refrendado posteriormente por la victoria en Japón ante Colo Colo, dejando en la retina de todos los aficionados al fútbol, el recuerdo de un gran equipo, que ante la adversidad supo olvidarse de la política para llegar a lo más alto y hacer felices a mucha gente que vivían un momento delicado. Lograron la victoria para una sociedad en crisis, y en época de crisis, el deporte y las victorias de tu equipo te hacen respirar un poco más ante los problemas que presenta el día a día.
La victoria no fue casualidad, ya que muchos de los integrantes de esa gran escuadra realizaron proliferas carreras en las grandes ligas europeas. La “Estrella Roja” continuó brillando por Europa, fragmentada, eso sí, pero continuaba brillando. Todo el mundo recuerda los lanzamientos de falta de Sinisa Mihajlovic en Sampdoria, Lazio e Inter de Milán, el periplo español de Robert Prosinecki o el infausto recuerdo para los aficionados culés con Dejan Savicevic y la final de Atenas contra el Milán. Son solo tres ejemplos de esa gran plantilla que hizo de la adversidad una virtud para conseguir los mejores resultados en un contexto prebélico. Bari y Tokio estarán marcadas de por vida para los aficionados del Estrella Roja, y para el recuerdo de todo futbolero que admira el valor de esos grandes jugadores. Las heridas de la guerra son difíciles de curar, pero parece que los antiguos odios entre croatas y serbios no están tan vivos, como podemos ver en el caso de Robert Prosinecki, actual entrenador del Estrella Roja de Belgrado, y como sabemos ha sido internacional con Croacia.
Luis Sánchez López (@luchosalo21)
Posted by Fernando on 19 septiembre, 2011 at 12:12
Gran artículo de un equipo mítico. Solo hay que ver el recorrido que tuvieron sus mejores jugadores, la verdad es que fue una generación que nos hizo disfrutar mucho del fútbol.